La palabra bruja se puede emplear en ambos géneros, aunque el cambio de género
conlleva connotaciones distintas y es mayormente expresado en femenino. Etimológicamente, bruja parece derivar del íbero "bruixa"
y más claramente del gallego 'bruxa'.
El
término abarca tres conceptos distintos:
Por
un lado se aplicaría a una mujer con una supuesta capacidad de poderes sobrenaturales.
Por
otro, se aplicaría a aquellas mujeres versadas en la Alquimia y en hechizos o recetas mágicas.
Por último, la iglesia católica considera además a las brujas como a aquellas mujeres que sin poseer
tales capacidades o conocimientos participan en aquelarres. Es decir, en rituales de corte satánico.

El origen de las brujas es con toda seguridad pagano. Dichas mujeres existían tanto en la cultura griega (con
elementos inconfundibles de las bacantes vestimenta, jerarquía, consumo de drogas y rituales con animales) como en la cultura
germánica (unidas a ritos ocultistas) y hebrea (unidas a poderes sobrenaturales). Los hebreos tomaron a su vez la idea de
Mesopotamia. Documentos históricos demuestran la existencia de mujeres muy preparadas en artes médicas, prácticas de abortos
y dominio de venenos.
Está
claro que los alucinógenos están detrás de las fantasías sobre brujas voladoras. En ciertas drogas como la belladona, la separación
entre la dosis efectiva y la letal es muy estrecha, por lo que el veneno no puede ser ingerido. Palos con ungüentos con dichas
drogas son el origen de la cultura de las "escobas voladoras". Dichos palos servían para consumir el alucinógeno por via anal
o vaginal. Otra droga relacionada con la brujeria podría ser el beleño.
El lugar de encuentro de las brujas era secreto excepto para los
miembros del coven, y cada coven era presidido por alguien cuya identidad era solo conocida por el líder supremo del Culto.
El era el "Maestro de ceremonias", solo conocido por todos como el viejo dios Jano.
Junto con Jano encontramos a la Diosa Diana, ambos amados por la antigua hermandad
de las brujas.
Mientras Jano era el Dios de la fertilidad y santo patrón de los cruces de caminos, teniendo
control sobre el sol y la luna, Diana, diosa de la luna, " Reina de la Noche", era la santa patrona de la fertilidad y la virginidad. Para ella, los cruces de
caminos, donde comúnmente se realizaban los Aquelarres y Sabbaths, eran sagrados; ella poseía el horrible poder
de enviar plagas u otras desagradables consecuencias sobre hombres y bestias.
También identificada con Diana estaba la diosa Hecate, una diosa
de la Tierra, poseedora de un gran poder y honrada por todos los dioses inferiores.

Las supuestas brujas fueron perseguidas
durante largo tiempo, muchas veces por miedo, otras siendo utilizadas como cabezas de turco, y en algunos momentos de crisis
acusar al vecino de brujería llegó a ser una forma rápida y eficaz de librarse de él.
Documentos religiosos anteriores lo que
condenaban era creer en brujería, y encomendaban
a los sacerdotes la misión de velar por que sus feligreses no cayeran en las ilusiones de Satán, que era quien les hacía ver
esos fenómenos inexplicables (como creerse capaces de volar a lomos de bestias salvajes o ver tal cosa). Esto se recoge en
el Canon de Episcopi, que parece ser del Concilio de Ancyra, siglo IV. Sin embargo, siglos más tarde, los inquisidores optan
por obviar el contenido del Canon, aduciendo que había surgido una nueva secta de verdaderos adoradores de Satán a la que
había que combatir. Describían los encuentros nocturnos en los que se aparecía el Diablo en forma de cabra y se llevaban a
cabo rituales demoníacos. Llamaban a perseguir a las brujas por herejes y para darles el oportuno castigo. Estábamos a mediados
del siglo XV.
En 1484 el Papa Inocencio VIII promulga
una bula, la Summis desiderantes, en una especie de declaración de guerra abierta contra las brujas, que instigadas por el
Maligno, Enemigo de la Humanidad, asesinaban a niños en el vientre de la madre y se daban a los excesos. Probablemente la mención a las muertes de niños se refiera a que, debido a los conocimientos
que solían tener una parte de las mujeres sobre hierbas y al mejor conocimiento del cuerpo femenino, ellas eran las que practicaban
los abortos cuando se daban. Y en cuanto a los excesos,
bien, para la mentalidad de la época, el que un grupo de mujeres se reuniera por las noches para charlar,
bailar bajo la luna sin pudor (se cuenta que muchas veces bailaban desnudas) y en
fin, divertirse en una especie de comunidad femenina, no debía ser fácil de
entender. Y lo que no entendemos o no compartimos lo situamos muy rápidamente en la frontera de excesivo, y entrando en temas religiosos, se tacha de inmoral o pecaminoso. Tal vez mantenían además contactos
sexuales entre ellas, tal vez las alusiones al macho cabrío que aparecía sean
referencias a varones que las acompañaban a veces.
A partir de ese momento, se designa a los dominicos Kramer
y Sprenger como inquisidores encargados de perseguir estas "depravaciones". Estos serían los autores del Maellus maleficarum
o Martillo de las maléficas (1486).

Los juicios que se llevaban a cabo por
brujería distaban mucho de ser ejemplo de justicia. Para la acusación bastaba la sospecha, no eran necesarias pruebas, no
había opción a defensa y las confesiones o delaciones hechas bajo tortura eran usuales y totalmente válidas. Incluso
si el sospechoso no confesaba después de ser torturado, esto se interpretaba a veces como un signo más de lo fuerte que era
la intervención del Diablo.
Alonso Salazar y Frías, inquisidor
que había tomado parte en el proceso de Logroño de 1610, estableció al hacer la revisión del proceso que la mayoría de las
acusaciones eran falsas, y que no se había actuado correctamente. Incluso concluyó que todo había sido un exceso de imaginación
por parte de unos y de otros, en parte motivada por los sermones de la Iglesia. El jesuita Friedrich von Spee se pronunció
en un sentido parecido, cuando sin negar la existencia de brujas o de intervenciones satánicas, habló de la injusticia que
había comprobado en los procesos inquisitoriales. Y otro punto de vista más fue el que aportó el humanista Pedro de Valencia,
que hablaba de los aquelarres o reuniones de brujas como de fiestas de gente en busca del placer, todo lo más, bacanales,
y que explicaba las supuestas visiones mágicas como ilusiones, efecto de drogas, negando toda intervención del Diablo en ellas.
En la obra "Demonomanía de los brujos"
se hace un listado de los crímenes entre los que se incluyen renegar de Dios, maldecirlo, rendir homenaje al Demonio,
dedicarle sacrificios, ofrecerle hijos antes de que
nazcan, matar niños para hacer pócimas con ellos, comer carne humana, profanar cadáveres, beber sangre, envenenamientos, maleficios, provocar la
esterilidad del ganado o de los pastos, practicar el incesto y tener prácticas sexuales "aberrantes",
y el trato carnal con el Diablo. En algunos casos eran acusados además del crimen
de traición al Estado, puesto
que supuestamente tenían al Demonio como máxima autoridad, en vez de a su gobierno.
En la práctica, era tan difícil probar la inocencia de una que miles de mujeres fueron
torturadas, quemadas en hogueras y ahorcadas, muy probablemente por miedo, por rencillas personales con algún vecino, por
la psicosis colectiva, por ser "raras", o por tener una mente demasiado abierta para la época que vivían, que las hizo sentirse
y mostrarse más libres de lo que sus contemporáneos estaban preparados para aceptar.

La brujería está presente o lo ha estado en distintas culturas, visitando casi todos
los puntos del planeta en algún momento de la historia. Ha sido objeto de estudio de muchos antropólogos, ya que independientemente
de la parte de verdad y de imaginación que se ocultara tras ella, siempre llevaba consigo implicaciones sociales interesantes.
En los pueblos primitivos, la brujería se entendía como la responsable de la mayoría de las cosas de las que desconocemos
la causa (necesitamos buscar explicación a lo que sucede, y lo que no conseguimos entender suele acabar siendo explicado mediante
la magia).

Akelarre fue el nombre que se le
dio a las reuniones nocturnas en las que las mujeres consideradas brujas se reunían. También se
las conoce como Sabbath (pero no hay que confundir a éste con el día de descanso según los judíos, que también es el sabbath). La palabra akelarre procede del euskera, de la unión de aker+larre, que literalmente
se traduciría como "prado del cabrón" o del macho
cabrío.
Se acusaba a las mujeres de usar estas reuniones como provocación, de invocar en ellas al diablo (el macho cabrío)
para pactar con él, de llevar a cabo toda suerte de orgías en las que participa también el demonio, de hacer sacrificios o
ritos malignos que causaban mal al pueblo. Aunque
realmente, a estas reuniones no acudían extraños, con lo que esto no son sino elucubraciones e hipótesis hechas muchas veces
desde el miedo o el rechazo. Probablemente el que una serie de mujeres se reuniesen por su cuenta no resultaba normal en la
época y daba pie a rumores infundados, más aún si la reunión era por la noche, pero no hay pruebas de que realmente se realizaran
esos sacrificios. Sí se sabe que se reunían, que bailaban desnudas bajo la luna, que preparaban infusiones con hierbas que
ellas mismas solían recoger, poco para los castigos que sufrieron muchas de ellas después. También es posible que algunas
de las cosas con los que se asociaron los akelarres sucedieran de algún modo provocadas por las propias supersticiones de
la época, que conseguían que las mujeres llegaran a autosugestionarse hasta el punto de tener alucinaciones que luego relatarían
(en las que sí que podría aparecer una imagen que les recordara al demonio).
También hay estudios que creen que podrían ser una derivación de los ritos de
la fertilidad propios de culturas más primitivas, de adoración a la Madre Tierra o que asocian los excesos que se les suponían
a estas reuniones con los que se daban también en las antiguas celebraciones en honor a Dionisos, el dios del vino. Tal vez el hecho de que estos dos últimos tipos de celebraciones
incluyesen también a los hombres fue lo que hizo que no fueran
perseguidas y sí lo fueran los akelarres.
Los akelarres solían celebrarse en prados cerca de cuevas (como es el caso
de Zugarramurdi, en Euskadi), o en claros de bosques, a cierta distancia
de donde vivieran, a donde podían acudir las brujas a pie o supuestamente montadas sobre sus escobas. Se cuenta que en ellos
el diablo podía elegir en qué forma aparecerse a las brujas, si en su forma animal, como un macho cabrío, bajo forma humana,
convirtiéndose en un hombre apuesto pero con oscuras intenciones, o bajo la forma de una bestia informe sin los límites bien
definidos. Asímismo, se cuenta que podía elegir darles a las brujas que copularan con él y le fueran fieles este mismo poder
de transmutación.

Ronda de Brujas
Siete brujas formaron la ronda, siete brujas con zapatos rosa, siete
brujas en escobas verdes, siete brujas con batas celestes. La bruja de la montaña, la bruja del cafetal, la
bruja de la llanura, las dos brujas del volcán, una que vive en la selva y la que vino del mar. Siete brujas formaron
la ronda en la noche cuajada de luces, siete brujas en escobas verdes, siete brujas en batas celestes. Gloria Cecilia Díaz
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