En el año 558 de nuestra era se capturó en Belfasi Lough
(Irlanda del Norte) una sirena, cuya vida había sido insólita. Trescientos años antes fue una muchachita llamada Liban que
con toda su familia desapareció bajo las aguas en una inundación. Al cabo de un año de vida en un lago quedó convertida en
sirena.
Un día que cantaba bajo las ondas se dio a conocer. La
oyeron casuasmente un grupo de pescadores que se adentraron a remo en el interior del lago y la prendieron en su roca. Le
dieron el nombre de Murgen, que significa «nacida en el mar» y la colocaron en una enorme pecera para que todo el mundo pudiese
contemplarla. Se la bautizó y desde el día de su muerte todos la llamaron «Santa Murgen» y le agradecían infinidad de milagros.
En 1403 otra sirena se debatía en un bajo fondo cerca
Lic Édam, al oeste de Frisia. Según un relato del siglo XVII, acudieron en su ayuda las mujeres del lugar que «la limpiaron
quitándole el musgo marino que tenía adherido», jamás pudo aprender a hablar, pero vivió aún 15 años y a su muerte recibió
cristiana sepultura en el cementerio de la villa.
En la isla sagrada de Iona, frente a las costas de Escocia,
vivía un santo muy conocido a quien visitaba diariamente una hermosa sirena. Estaba enamorada de él y quería conseguir a toda
costa el alma de que carecen las sirenas.
El santo le dijo que para obtener un alma tenía que renunciar
al mar. Aquello era imposible, por lo que, desesperada la sirena, se marchó para no volver jamás. Pero sus lágrimas quedaron
allí y son hoy los verdes y. bellos guijarros que sólo existen en aquella isla.
Las sirenas aparecen en las más remotas leyendas de algunas
de las culturas más antiguas. Los filisteos y los babilonios de la Biblia adoraban a dioses con cola de pez.
También aparecen sirenas en las monedas fenicias y corintias.
Se dice que Alejandro Magno tuvo aventuras amorosas con bellísimas sirenas, cuando exploraba el fondo de los mares en un globo
de cristal. El escritor latino Plinio cuenta que un capitán de César Augusto vio en una playa de las Galias muchas sirenas
arrojadas por el mar, muertas sobre la arena.
Los relatos sobre sirenas, de tradición popular, son con
frecuencia patéticos. Las infelices sirenas viven solitarias y en determinadas noches adoptan figura humana para acudir a
los festejos del pueblo. A veces un desaprensivo logra apoderarse de su tocado o ceñidor encantados con funestas consecuencias.
Sus matrimonios con hombres pocas veces resultan felices.
No obstante, en Inglaterra algunas gentes de la costa, especialmente del noroeste de Escocia y de Cornualles, se gloriaban
de tener sirenas entre sus antepasados.
En Francia, durante la Edad Media, hubo familias distinguidas
que «retocaron» sus árboles genealógicos para alegar que descendían de la sirena Melusina, esposa de Raymond, pariente del
conde de Poitiers.
Pero también estos amores tuvieron un fin trágico. Una
de las estipulaciones matrimoniales especificaba que Raymond había de separarse de Muselina los sábados. Durante varios años
vivieron felices hasta que Raymond, impulsado por las murmuraciones, espió cierto sábado a su mujer por el ojo de la cerradura
cuando tomaba su baño.
Melusina se hallaba en el agua y lucía una imponente cola
de pez. Al verse descubierta, gritó desesperada y huyó por las celosías. Raymond jamás la volvió a ver, a pesar de que volvía
cada noche para dar de mamar a sus hijos. Las nodrizas veían su figura resplandeciente con una cola escamosa azul y blanca,
que se cernía sobre las cunas.
Algunos marineros procedentes de tierras y mares lejanos,
afirmaban con frecuencia haber visto sirenas y “esposas del mar”. En 1717 se publicó en Amsterdam una obra con
abundantes ilustraciones sobre la vida marina en los mares indostánicos. En ella se describe con detalle a una “esposa
del mar”, Dice así: «Esposa marina: monstruo parecido a una sirena, capturado cerca de la isla de Borneo, en el departamento
de Ambione. Medía 1,49 metros de longitud. Vivió cuatro días y siete horas en un recipiente con agua. De vez en cuando lanzaba
pequeños chillidos parecidos a los de un ratón. Se negó a comer aun cuando se le dieron pececillos, caracoles, cangrejos,
langostas, etc.»
Dicha criatura tenía cabello color de alga, piel olivácea
y membranas del mismo color entre los dedos. Ceñía el talle con fina franja de pelo anaranjado y bordes azules. Tenía aletas
verdes y rostro gris. Una delicada crin de cabellos rosados corría a lo largo de su cola.
En el siglo XIV, cierto africano logró salar su vida simulando
tener naturaleza de sirena. Fue el rey Chen, cacique de Benín (hoy parte de Nigeria), que quedó paralítico.
Según la costumbre de su tribu, los reyes que envejecían
y enfermaban eran sentenciados a muerte. Pero el astuto monarca declaró ser la reencarnación de una divinidad de los mares
y tener las extremidades del amia, o pez del fango. Con tal excusa no se veía obligado a andar y ocultaba sus piernas. Museo
Británico de Londres, una estatua le representa de este modo.
Quizás el más pingüe de los negocios, basado en el mito
de las sirenas, fue realizado hacia 1830 por un taxidermista de Londres. Disecó una piel horrible que afirmaba haber pertenecido
a un ser mitad pez mitad persona. Fue expuesta en un local de Londres y vendida a dos italianos por 10.000 libras esterlinas.
Un naturalista de entonces declaró que se trataba de las pieles cosidas de un mono y de un pez.
Esta mezcla de mono y pez fue también la base de un tráfico
floreciente de sirenas con que algunos pescadores japoneses se lucraron en el siglo pasado. A Europa llegaban numerosos ejemplares
para ser exhibidos en circos y ferias.
La leyenda de las sirenas se remonta seguramente hasta
las civilizaciones primitivas, con sus dioses de cola escamosa. Pero su fundamento parece estar en algunos animales marinos
de cierta apariencia humana, que exaltaron la imaginación de los antiguos.
El dugong y el manatí, mamíferos marinos tropicales, emergen
de las aguas cuando amamantan a sus crías. Ello evoca fácilmente el tema de la sirena que alimenta a su hijo.
Él león marino, que vivé en zonas más frías, gusta de
tomar el sol sobre las rocas, mientras lanza extraños chillidos.
Credulidad, imaginación, falsa apreciación... sea cual
fuere su origen, el mito de lo sirena quizá no haya muerto. En 1961 la oficina de turismo de Manx (Gran Bretaña) ofreció un
premio a quien trajera del mar una sirena por supuesto, viva y coleando.
Manu
Torres
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Las Sirenas eran hijas de Calíope y del río Aqueloo, según la Mitología Griega.
Se cuenta que nacieron con la cabeza y el rostro de mujer, el cuerpo de ave, y dotadas de una maravillosa y seductora
voz.
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Tan bellas eran, que se atrevieron a competir con las Musas, y en la pelea, éstas las derrotaron y les arrancaron
las plumas. Llenas de vergüenza por la derrota, se retiraron a las costas de Sicilia, donde cambiaron sus alas inservibles
por una larga cola de pez.
Sus cantos ejercían una atracción tan poderosa, que los marineros dejaban de atender a sus tareas en los
barcos, y éstos se estrellaban contra las rocas.
Ulises quiso escuchar el maravilloso canto de las
Sirenas, pero no deseaba perder a sus hombres ni su barco, así que ordenó taponar con cera los oídos de sus compañeros de
viaje, y él se hizo atar al palo mayor del barco, para no saltar al agua en pos de las Sirenas.
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Se había predicho que las Sirenas morirían
cuando un mortal pudiese resistir el embrujo de sus canciones. Según eso, habrían muerto después de que Ulises consiguiera
pasar a su lado sin daño.
No es cierto. Todos hemos visto Sirenas
bellísimas, sentadas sobre una roca al borde del agua, peinando sus largas cabelleras, mientras entonan, con su voz maravillosa,
canciones de olas y viajes.
Las Mujeres Marinas cuidan el hogar, protegen
los niños y los animales y se deleitan en admirar los tesoros coleccionados procedentes de los naufragios. Su actitud favorita,
sin embargo, es el seducir a hombres jóvenes, ya que sus maridos son de avanzada edad y feos, mientras que ellas siempre permanecen
jóvenes y bellas. Persiguen a los marineros mozos en los barcos durante larguísimas travesías. Despliegan sus largas cabelleras,
que son de color verde en el agua y rubio de oro al sol. Los llaman con voces dulces y suaves que pueden hechizar a cualquier
hombre, incluso al viento, a los peces y al mar. Con tenacidad insisten hasta llevarlos a sus lechos en el fondo del mar.
Luego los dejan marchar obsequiándoles con ricas ofrendas, o los retienen prisioneros durante años hasta que se aburren de
ellos.
~ Debajo de los ríos y mares hay inmensas
ciudades y reinos de ninfas y duendes del agua, pero principalmente se dividen en dos grupos: las Ondinas y las Nereidas. Las
Nereidas o hadas del mar para el género femenino y Ensines para el masculino, son los que controlan las aguas del mar, sobretodo
cuando hay tormentas, ya que sin su trabajo el efecto del agua en las costas sería devastador. Prestan gran ayuda al hombre,
sobretodo en alta mar. Permanecen 1 año en plano físico y 100 años en plano astral. Trabajan en grupos y forman parejas en
las que se intercambian poderes. ~
SIRENITA
Surcas
rápidamente las aguas, quiebras las olas con tu cuerpo, montas en ellas como si fueran un brioso corcel. Gritas,
juegas, cantas, ries. Los peces te acompañan, entre juegos y maromas, como pequeños cristales, como flechas plateadas que
se entremezclan entre tus cabellos. Tus labios de coral, tus ojos azul profundo, tus cabellos de sedosas algas, tu
cuerpo, suave, salado, terso, esbelto. Tus pechos erguidos hacia el sol, toda tu, disfrutando del placer de la
libertad. Ríe, canta, juegami niña .El mar es tu hogar, y tus sueños, mi amor. Juan Carlos M. Varela
LA SIRENA Y EL CARABINERO
(Fragmentos)A
Guillermo de Torre
El
paisaje escaleno de espumas y de olivos recorta sus perfiles en el celeste duro. Honda luz sin un pliegue de niebla
se atiranta, como una espalda rosa de bañista desnudo.
Alas
de pluma y lino, barcos y gallos abren. Delfines en hilera juegan a puentes rotos. La luna de la tarde se despega redonda
y la casta colina de rumores y bálsamos.
En
la orilla del agua cantan los marineros, canciones de bambú y estribillos de nieve. Mapas equivocados relucen en su
ojos, un Ecuador sin lumbre y una China sin aire.
Cornetines
de cobre clavan sus agujetas, en la manzana rosa del cielo más lejano... Cornetines de cobre que los carabineros tocan
en la batalla contra el mar y sus gentes.
La
noche disfrazada con una piel de mulo, llega dando empujones a las barcas latinas. El talle de la gracia queda lleno
de sombra y el mar pierde vergüenza y virtudes doradas.
Oh
musas bailarinas, de tiernos pies rosados, en bellas trinidades sobre el jugoso césped. Acoged mis ofrendas dando
al aire de altura nueve cantos distintos y una sola palabra.
Federico
García Lorca
SECRETO
RECUERDO
Un
viejo marino retorna ya a su casa con un bolso de recuerdos que cuelga de su hombro, con un libro de historias que
deambula en su mente, pero con un pensamiento, un momento en su vida cuando en plena mar, navegando una dulce
canción llamó su atención. Oteando en el horizonte, con sus ojos entrecerrados, busco el origen de la música, y
cuando por la borda se asomare, una sirena se encontró. Ella, con una hermosa cara le miró y detuvo su canción para
sonreirle, para con su mano enviarle un beso, y para desearle suertes en su navegar. Él, antes perplejo, simplemente suspiró
ante tanta hermosura, y con fuerte voz al viento dijo: "Gracias, gracias y volveré, solo para admirar tu belleza, solo
para escuchar tu canción" Y así, reconfortado en su soledad, el viejo marino continuó su viaje, hasta al puerto llegar, y
allí, su secreto guardado fué siempre el faro inolvidable de cada navegar.
Juan
Carlos M. Varela
CANTOS DE SIRENA
Nadando entre el azul del mar, busco sin cesar
la estela de tu barco, más no puedo hallarla. Cantando entre los corales, noche tras noche, aguardo con calma tu
mano tendida. Emerjo y a tu mano me aferro, las olas se vuelven espuma, rompiendo la soledad en mil gotas saladas. Fuego
tú, agua yo, unidos por hilos invisibles tú bajo mis aguas, que arrullan tu sueño, yo bajo tu fuego, que inventa
el deseo. Suspiros, caricias, entre mil soles, y mientras, tú en mis manos, como un beso lejano. Malena Mistral
AMOR
IMPOSIBLE
No
conozco tu nombre apenas la música de tu risa y sin que te asombre bebo del agua dulce de tu brisa
Eres
huella en mi mente, eres la rosa pura del pecado y en hierro alucinado mutuamente nos entendemos, como un bien soñado.
¿Quién
eres tú? Tu belleza me hiere y una honda melancolía debo pagar para que algo de ti me responda.
Estoy
enamorado de la orilla, del sol y de la arena, que en tu rostro con su tiza amarilla, escribió una palabra parecida
a la pena.
Para
mi no hay mañana, ni otro olvido distinto a este poema, quizás seas una alegre ventana, en que solo tu sombra es
la fuente suprema.
No
soy transparente, más bien la oscura fuerza que jamás nos perdona, poseo momentos de amor y de hermosura y como otros
el hastío que nunca me abandona.
¿Eres
ajena? Si no me arriesgo ni pierdo ni gano. Yo solo sé que la rosa está llena, de la sangre valiente de una mano.
Quien
dice adiós se oculta de sí mismo, yo te muestro mi herida, prefiero ver la flor en el abismo, que interrogarme siempre,
sin ver cómo es la vida.
Yo
puedo darte un día como el viento, que secretamente esconde su camino, yo puedo darte el mar y el día, el aposento de
la poesía y una copa de vino.
No
es un reto. Es el sueño, sueño de hombre y de su estrella infinita, es la sed de la vida que jamás tiene dueño, pero
sí la medida de tu boca bendita.
Nilo
Hernández
JAGUAR
DE AGUA
Huracán
de febrero, aguador entre las aguas arrásame contra tu lengua de fuego y de miel, déjame acompañarte entre las nubes, déjame
escucharte en mi respiración, déjame reposar mis ojos en los tuyos.
Jaguar
de agua entre las aguas, viento de la noche que se asoma en mi alma, hombre que existe sólo en las mañanas naranja.
Hombre
detrás de los muros déjame soñarte y esperarte, déjame ser contigo nube y mandarina.
Huracán
de febrero, déjame acariciarte el cabello, ser viento trenzado en tus sienes, galopar entre tus soles, nacer de
tu tormenta y de tu lumbre.
Jaguar
de agua arrásame hasta ti. Déjame ser respiración y pulso, enredadera y viento. Llegar a ti.
Mía
Gallegos
TUS OJOS
Como
el rayo de luz que el sol envía, así entras tú en mi soledad.
Siento
el susurro del mar hecho espejo, el murmullo de las olas me tiñe de amor, y veo tus ojos, como aguas profundas, morar
en tu rostro, danzantes, alegres... cómplices.
Me
miras, me unes a ti, y no sé si será durante un instante, o será para siempre sin saber si eres muerte o eres
vida.
Mirándome
largo, mirándome intenso, me estrechas entre tus olas, y mi condena es nadar, fluir, danzar, en el azul de tus
mares.
Tus
manos suben desde el fondo de este sueño, y emergen de aguas vivas, que resbalan por tus ojos moldeando mi cuerpo, construyendo
mi nombre, llamándome...
Malena Mistral
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